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sábado, 9 de julio de 2016

El rol de los medios de comunicación durante la última Dictadura Cívico-Militar


El rol de los medios de comunicación durante la última Dictadura Militar

“(…) Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Con esta frase, Rodolfo Walsh cierra la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. La cita, me motivó a escribir el presente ensayo, dado que en la misma se refleja la valentía de este periodista que, como tantos otros, ensanchó la macabra lista de desaparecidos durante la última dictadura militar. El objetivo con el despliegue de mi escritura, no es hablar solamente de Walsh ni de la carta mencionada anteriormente, sino reflexionar sobre el rol de los medios de comunicación en la nefasta etapa que comenzó en 1976 y cuyas huellas permanecen hasta hoy.
                A este ensayo, también lo quiero emplear para recordar solemnemente a todos y cada uno de los periodistas desaparecidos, cuyas vidas pasaron a la historia negra de nuestro gigantesco país. Los trabajadores de los medios en aquella época, sufrieron tras ser víctimas de los vicios que el poder les había otorgado a los militares. El reino del terror se había instalado, y el gritar la verdad, conllevaba a la desaparición.  
                Hablar de dictadura, es hablar de represión, de muertes, de voces silenciadas y de miedo. Durante todos los gobiernos militares en Argentina, pero mayormente en el que se inició en el 1976, las muertes por el hecho de pensar distinto fueron moneda corriente. Muchas vidas se perdieron por hablar desde su propia razón y no a partir de lo explicitado por unos seres autoritarios y nefastos, que en su afán de “controlar a la población”, mataron cruelmente a miles y miles de personas.  
                La persecución a los periodistas en el último Gobierno militar, se puede comparar con la que sufrieron los peronistas en la Revolución Libertadora, debido a que a ambos grupos, cada uno en su época, se los torturó hasta que encontraran la muerte, por el simple motivo de pensar de una manera desigual de la que los gobernantes sostenían. Algo que, sin lugar a dudas y lamentablemente, estaba prohibido en aquellas épocas. El fantástico libro de Rodolfo Walsh, titulado Operación Masacre, narra con gran rigor periodístico los fusilamientos a un grupo específico de peronistas en el año 1956.
                Rodolfo Walsh, fue un hombre que traspasó las barreras del periodismo y se transformó en un mito para la sociedad en su conjunto, por su valor y franqueza a la hora de realizar la noble tarea de comunicar. Fue uno de los tantos desaparecidos durante la última dictadura militar, pero aún sigue vivo en cada uno de sus textos.  A muchos de ellos, los podemos apreciar en El violento oficio de escribir: obra periodística 1953-1977, un libro que desde este lugar recomiendo, ya que en él se aprecia su forma de hacer periodismo.  Sus escritos allí ubicados, destacan a Walsh como un hombre comprometido con las problemáticas que atravesaban a la sociedad. Habló de muertes,  política, injusticia, misterios sin resolver, catástrofes,  entre otras problemáticas de vital importancia.
El último texto que el periodista argentino escribió, el que lamentablemente le costó la vida, fue Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar (También denominada Carta abierta de un escritor a la Junta Militar). En ella, convergen críticas abordando diversas temáticas sobre el primer año en el poder de los militares.
                Lógicamente, Walsh no fue el único periodista que desapareció. De hecho, según el libro Con vida los queremos: Las voces que necesitaba silenciar la dictadura: periodistas desaparecidos, el 1,6% de los integrantes de la lista de desaparecidos, corresponden a trabajadores de los medios de comunicación. Una cifra que duele, aunque muchos se esmeren en minimizarla. Algunos de los periodistas que se encuentran en esa lista, son Claudio Adur, Juan José Asconde, Raymundo Gleyzer, Juan Miguel Satragno, Victor Eduardo Seib, María Elena Amadio, Rolando Baradino, Marcelo Ariel Gelman, entre tantos otros. Me estremezco al leer los nombres y al saber que murieron por hacer de una manera correcta su trabajo. Honestamente, no entiendo y jamás entenderé a los que defienden a los militares y afirman que los periodistas fueron los culpables de sus propias muertes, bajo la afirmación de “algo habrán hecho”.
                Según el capítulo “Dictadura y transición a la democracia: Argentina, 1973-1985”, incluido en el libro Medios de Comunicación y Política en América Latina, cuando el Gobierno militar tomó el poder en 1976, levantó la prohibición sobre los servicios de cable y suprimió el impuesto sobre la publicidad. Si se analiza esta última medida, algunos coincidirían en que fue positivo el accionar de los militares, pero no fue del todo así; ¿por qué?, sencillo, porque el Gobierno militar, empleó a los medios para efectuar campañas publicitarias, ponderando su régimen y defenestrando a enemigos. Si bien cuando el peronismo aplicó el impuesto antes mencionado, los medios efectuaron quejas debido a la disminución de sus ganancias, cuando aquella medida se suprimió, tuvieron menos libertad de expresión y le concedieron espacio a los genocidas, logrando, de esta manera, un aumento sustancial en sus lucros. Más dinero a costa de hacer silencio, parece haber sido la consigna de muchos medios de comunicación en aquella época.
                La situación mencionada anteriormente tuvo lugar ya que no todos los periodistas eligieron respetar sus ideales periodísticos y comunicar con la verdad, sino que, tristemente, algunos medios aplaudieron cada palabra impregnada con sangre que se emitía desde la boca de un militar; convirtiéndose en cómplices, porque el que hace silencio y no actúa, es parte de la violencia. Las únicas críticas que se escuchaban desde esa parte mayoritaria del periodismo de aquella época, según el capítulo nombrado en el párrafo anterior, hacían referencia a la política económica aplicada o a otros aspectos de importancia menor. No mencionaban (salvo escasas excepciones como el Buenos Aires Herald) a los desaparecidos, no acusaban las injusticias sociales, dejando de lado su ética periodística  y también, a su consciencia.
                Nótese la ironía en la actitud de los militares en la siguiente cita: “Los militares manifestaban su creencia en la libertad de expresión y en la propiedad privada, pero obligaron a los medios de comunicación a adherirse estrictamente a la Doctrina de Seguridad Nacional. La Junta Militar estableció encarcelamientos ilimitados para los directores de periódicos, las emisoras radiofónicas o los programas de televisión que publicasen o emitiesen  información sobre los grupos guerrilleros que operaban en el país. El régimen decretó penas de diez años de cárcel para cualquiera que publicase o emitiese información contraria a las Fuerzas Armadas, incluyendo la información sobre las brutales violaciones de los derechos humanos perpetrados por los militares” (MURARO, 1989). Es decir, el Gobierno militar, en palabras enaltecía la bandera de la libertad de expresión, pero por otro lado imponía reglas para los medios y efectuaba acciones violentas para con los periodistas que no se adecuaran a las mismas, lo cual es sumamente contradictorio.
                Los militares, controlaron los canales de televisión bonaerenses para imponer la censura en todas y cada una de las informaciones.  Ocultaban una realidad y proponían la suya, violando uno de los derechos humanos más relevantes: el derecho a la libertad de expresión. Los medios son constructores de discurso, debido a la gran influencia social que poseen, por lo que la Junta Militar no se atrevía a que las personas tengan a su disposición una serie de noticias que revelen lo que acontecía en el país.
                La política económica aplicada durante esta nefasta etapa, tuvo duras consecuencias para con los trabajadores que convivieron atemorizados frente a los fantasmas de la desocupación y de los sueldos bajos.  En cuanto a la educación pública, se puede decir que el acceso a la misma, por parte de las personas de bajos recursos económicos, se hizo cada vez más difícil. Esas transformaciones, tuvieron efectos sumamente negativos para los medios de comunicación, de hecho, la circulación de los diarios y las revistas bajó casi a la mitad. La cultura y los medios estaban en crisis, al igual que el país.
                Los militares continuaron con sus tareas de afectar a la comunicación, creando una industria nacional de prensa que “(…)fortaleció a sus propietarios (Clarín y La Nación), pero debilitó a los periódicos más pequeños del interior del país y a los periódicos que, como La Prensa, de Buenos Aires, tenían vínculos tradicionales con distribuidores internacionales de material de imprenta” (MURARO, 1989). Ayudar solamente los poderosos, no es lo ideal; los beneficios que brinda Estado, deberían ser equitativos. Los medios de comunicación más chicos, tendrían que haber tenido las mismas posibilidades que los protegidos por el régimen militar.
                El Gobierno militar, se tomó la atribución de manejar los medios de comunicación pero “(…) nunca prestaron atención  a determinados problemas de radiodifusión argentina, por ejemplo, la concentración de la propiedad de los media o el sistema financiero de ventas, reventas y descuentos a los grandes anunciantes, sistema éste que era responsable de la mayor parte de las decisiones relativas a la programación” (MURARO, 1989). Tampoco actuaron de una manera correcta con respecto a las diferencias entre medios de comunicación poderosos y pequeños, ya que ambos, a pesar de sus profundas diferencias, respondían a la misma legislación.
                Durante el último Gobierno militar, la libertad de expresión se sumó a la lista de desaparecidos, porque se la encadenó y de a poco se la fue matando, silenciando a trabajadores de los medios, censurando la verdad y dejando de lado la realidad. Es importante tener en cuenta el rol de los medios de comunicación en la dictadura para tener la fortaleza de decir “Nunca más” y jamás olvidar a los periodistas que dejaron sus vidas por mostrarle lo que realmente sucedía a un pueblo cegado por las mentiras de los genocidas.
                Quisiera terminar este ensayo, con una frase exquisita de Rodolfo Walsh que demuestra la esencia del periodismo y que jamás debe ser perdida de vista por todos aquellos que se dedican, o nos dedicaremos en un futuro a la noble tarea de comunicar: “(…) el periodismo es libre, o es una farsa, sin términos medios”.




Bibliografía:
APBA: Asociación de Periodistas de Buenos Aires (1987), Con vida los queremos: Las voces que necesitaba silenciar la dictadura: periodistas desaparecidos.  Asociación de Periodistas de Buenos Aires (APBA). Bs. As.
MURARO, Heriberto, “Dictadura y transición a la democracia: Argentina, 1973-1986” en FOX, Elizabeth (Ed.) (1989) Medios de Comunicación y Política en América Latina. G.Gili.  México. Pp. 146-156
WALSH, R.J.  (1998), El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977). Planeta. Bs.As.
WALSH, R.J. (2000), Operación masacre. Ediciones de la Flor. Bs.As.


¿Cómo referenciar este ensayo en la bibliografía?

El rol de los medios de comunicación durante la última Dictadura Militar [Consulta: fecha de su consulta]. Disponible en: http://hycsociales.blogspot.com.ar/2016/07/el-rol-de-los-medios-de-comunicacion.html

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